Cuántas veces no hemos oído, dentro del mundo del diseño UX/UI, que si una app es fácil de usar para nuestros padres, ya se habrá entonces cumplido el objetivo y por lo tanto, nuestra aplicación será fácil de usar para el resto de personas. Pues bien, este es un concepto muy errado y en este post voy a explicar la diferencia entre usuario y usuario final.

Lo primero que debemos dejar a un lado, es el prejuicio de que nuestros padres o personas mayores son usuarios con grandes brechas tecnológicas y que son incapaces de usar la tecnología moderna. Muchos de ellos, han podido crecer con la tecnología, incluso cuando esta era análoga. Por consiguiente, muchos tienen bien diferenciados los conceptos básicos de una interfaz como lo pueden ser los botones, las pantallas, el cursor, etc. Asumir lo anterior también deja de lado muchas aristas de lo que se considera a alguien “tecnológicamente capaz”, como puede ser el nivel educativo, el estado socioeconómico y el acceso a la tecnología, por nombrar algunos aspectos.

Usuario

Un usuario puede definirse como un agente, persona u objeto que usa un producto o un servicio. Partiendo de esta definición, los usuarios somos todos o lo hemos sido en algún momento. Somos parte de ese universo general de personas que usan algo para lograr una cosa. Es importante también, pensar que el concepto de usuario aplica no solo a personas sino también a objetos. Objetos que pueden llegar a ser incluso, otros sistemas de información u otras tecnologías.

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Usuario final

En este punto, probablemente ya has descubierto entonces el concepto de usuario final. Cuando estamos desarrollando un producto, no solemos hacerlo para un público muy general. Podrás pensar hasta aquí que en realidad hay sistemas que si abarcan ese 100% del universo de usuarios, pero no es así. Una actividad, muy común en nuestra sociedad moderna, como lo es la de escuchar música, sería un ejemplo perfecto de una actividad dirigida a un público general que involucre a todas las personas. Pero no es así y lo digo una vez más. Porque el hábito de escuchar música no está presente, por ejemplo, en la población sordomuda.

Entonces, debemos entender como usuario final, al conjunto de personas u objetos que tienen un objetivo particular y que nosotros como diseñadores, tendremos que estudiar para idear una solución que pueda ser usable para el 100% de dicho grupo de usuarios. Simplificando un poco entonces, el o los usuarios finales son un segmento del universo de usuarios que tienen en común el objetivo de completar una tarea.

Diseñar para nuestro público objetivo o usuario final
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¿Cómo diseñar para el usuario final?

Una vez se haya identificado el grupo de usuarios finales, iremos reduciendo el perfil de personas para los cuales vamos a diseñar nuestro producto. Esto no quiere decir que ya tengamos todo listo para avanzar a la siguiente etapa en nuestro proceso de diseño. Todo lo contrario. Este es el punto de partida para nosotros poder realizar nuestra fase de investigación y poder recolectar los datos para el posterior análisis; allanando así el terreno para tener más claridad y poder empatizar mejor.

¿Se pueden hacer pruebas con usuarios que no sean el usuario final?

Desde luego sí. Pero los objetivos de las pruebas no tienen por qué ser los mismos. Podemos validar aspectos que estén un poco por fuera de la interacción principal. Aspectos más visuales como el color, el contraste, la legibilidad, el tamaño del texto; saber si una forma se puede llegar a entender como un botón, la ubicación de un icono, el tiempo de respuesta, etc.

No olvides entonces que dirigir nuestro proceso de diseño al usuario final, va a ayudarnos a resolver el problema de manera más determinante y, no menos que eso, a enfocarnos en hallar las mejores soluciones para que nuestra aplicación ayude a cumplir los objetivos principales de nuestros clientes.

Deja en los comentarios, si ya conocías estas diferencias y si en tus procesos de investigación, te preocupas por diseñar para el público específico de tu producto o para un universo más general.

Imagen de portada: Foto de Jannis Blume en Unsplash